Crisis económica, ¿rendirse o seguir?


POR: CÉSAR AYBAR

No soy psiquiatra ni psicólogo, ni pretendo con este artículo atribuirme nada que tenga que ver con eso. Simplemente siento la necesidad de plasmar mi experiencia con respecto a haber vivido situaciones de crisis económicas muy difíciles, y emitir mi humilde opinión al respecto.

Haber vivido en precariedad económica toda la vida y sufrir una caída desde el punto de vista económico, producto de una situación difícil en un negocio o emprendimiento, no es lo mismo. Saber que cada día hay que salir a buscar el sustento, y perderlo todo de repente, no es lo mismo.

Levantar durante veinte años una industria o negocio, el cual inició con una idea que pariste tú, como si fuera un hijo, la maduraste, le diste forma y después, poco a poco, la fuiste haciendo realidad, y de pronto verla caer, impotente, y con ella ver caer todo tu esfuerzo, no es fácil.

Tener una imagen producto de todo ese trabajo y todo ese esfuerzo permanente, tener un prestigio, ser una persona de mucha credibilidad, alguien que influencia en los demás, que los demás escuchan y respetan, y ver todo eso desvanecerse como se escapa el agua entre los dedos, no es fácil.

Ser una persona que, con una idea que convirtió en emprendimiento, vio beneficiarse de su actividad económica centenares de personas, que creó círculos virtuosos de progreso alrededor de su idea y de su emprendimiento y que muchos le buscaban por eso.

Llegar a tener más de cien empleados directos, saber que más de cien familias se ganaban el sustento y tenían seguridad social, dirigir una empresa que, por sus características, generaba empleos fuera de sus puertas solo por existir.

Haber hecho todo eso con una visión desarrollista, pero, sobre todo, humana, basada en un sueño que desde siempre ha persistido en la mente y en el alma: generar riquezas y hacer ver a las personas involucradas en el proceso, que esa actividad ha valido la pena.

Todo lo anteriormente expuesto siempre trae consigo el hecho de que te busquen muchas personas, y si eres confiado y de buena fe, muchas personas se aprovecharán de ti, y otras tantas estarán a tu lado y tú creerás en ellas, pensarás que lo hacen porque te aman.

Como todo proceso de creación de una actividad productiva demanda inversión, te endeudarás, si las cosas van bien, las deudas se podrán manejar siempre equilibradamente, pero si por alguna razón, empiezan a ir mal, las deudas crecerán aún más.

Llega el tiempo difícil, empiezas a luchar y a mantener la vista en alto, sin desmayar, como todo capitán de un barco en medio de la tormenta en alta mar, pero la tormenta no cesa, el agua da hasta la cintura, nos empezamos a hundir.

Entonces ves como todos se empiezan a alejar, y cada uno va tratando de salvarse de manera individual, y te vas quedando solo, completamente solo, sigues luchando por salvar la embarcación, pero en lugar de compañeros que te ayuden, ahora tienes enemigos que te cuestionan y presionan.

Quien primero te deja solo es la sociedad, porque la sociedad actual está construida sobre antivalores, desde el punto de vista humano. Una vida humana vale para la sociedad de hoy, lo que esta vida le puede dar en valor material o financiero.

Es así que esta sociedad moderna te anula con sus sofisticados mecanismos. Primero te presiona para que tú, de donde no tienes ni puedes, busques dinero para que honres tus compromisos financieros. No importa si tú o tus hijos mueren de hambre o enfermedad.

Después, si esa presión no le ha dado resultado, entonces empieza a presionarte legalmente, para quitarte todo lo que puedas tener, que ellos consideren de valor, para poder recuperar lo que tú le debes, que supuestamente, tienen en riesgo de perder.

Por último, si no tuviste nada de valor, o al menos algo de valor que le ayudara a recuperar lo que supuestamente están perdiendo contigo, entonces te anulan totalmente, eliminándote como ente social, metiéndote en un sistema que le llaman CICLA.

El Cicla es el buró de información crediticia, el cual acumula información personal y confidencial sobre la responsabilidad o irresponsabilidad de las personas, especialmente en su relación con las entidades financieras.

La gente le tiene terror a caer en Cicla, porque se siente sencillamente anulada. De esa manera se ejerce una presión psicológica tal, que la persona entra en un estado de ansiedad que le quita el sueño y le va cercenando la capacidad de pensar con lógica para buscar soluciones.

En segundo lugar, están los prestamistas informales, los cuales ejercen presión que llegan hasta la amenaza con violencia física. Es un tipo de presión que quita toda capacidad de acción positiva, la persona solo piensa en cómo o de qué manera puede salir de ese problema.

Por último, está la presión de los amigos y familiares, que, aparte de dejarte alejarse de ti, no solo presionan por alguna deuda que tú hayas asumido con ellos, sino que, además, te ignoran, se hacen tus enemigos y se convierten destructores públicos de tu moral.

Ante una situación como esa, ¿Qué salida encuentra la persona que se siente anulada por la sociedad, presionada por los prestamistas, ignorada, asediada y destruida pública y moralmente por amigos y familiares? Simplemente terminar con eso que para ella ya no es vida, y se mata.

¿Cómo evitar caer en esa trampa? Como dije al principio, no soy psicólogo ni siquiatra, por lo tanto, no estoy capacitado para recomendar nada que tenga que ver con los conocimientos que profesionales de esas áreas dominan, solo puedo hablar según mi experiencia.

Lo primero es siempre mantener la calma y el sosiego. Esa calma y ese sosiego te dan la oportunidad de mantenerte de pie y pensar con claridad qué hacer. Además, te ayudan a ser persistente. En lo personal, esa calma y ese sosiego al cual llamo paz, me lo otorgó mi fe en Cristo.

La fe, según San Pablo, es tener la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. La promesa principal de Cristo es la salvación, y la salvación significa vida eterna en plenitud, lo que quiere decir, vivir para siempre junto al creador y en disfrute de todo lo que Él es.

Eso te hace comprender que todo cuanto aquí hay es pasajero e incompleto y que un día todo terminará. Te enseña a aceptar tus sufrimientos con dignidad, como lo hizo Jesús, perdonando y sin culpar a nadie por tus penurias, seguir luchando para recuperarte y esperar que Dios decida el tiempo de partir.

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