«La vida es un ciclo: el fin de lo anterior es el principio de lo siguiente»

 


Lo odió desde el día que se lo regalaron. Era un jarrón negro que una prima de su marido le trajo como recuerdo a su vuelta de un viaje a París. Gloria, la dueña del jarrón negro, una mamá de cuarenta y dos años, siempre había deseado colocar en su mesa del salón un jarrón dorado, pero había postergado la compra, y ahora su lugar era ocupado por uno negro. Deseó desprenderse de él desde el primer día, pero no podía hacerlo porque el jarrón tenía un problema. El problema era que... estaba en perfectas condiciones.

Un día al llegar a casa se encontró el jarrón hecho añicos en el suelo. Su hijo Blas le dio un codazo accidentalmente y, sin saberlo, puso fin al suplicio de su madre. Blas, asustado, levantó su mirada del suelo esperando encontrar en el rostro de su madre una muestra de desaprobación. Para su sorpresa, se encontró una amplia sonrisa. Lejos de producirle fastidio, lo ocurrido le produjo alegría. Liberarse de esa pieza era lo que ella siempre había querido. Esa misma tarde, Gloria se encargó de ir personalmente de compras y adquirir su deseado jarrón dorado.

Publicar un comentario

0 Comentarios